La prueba definitiva de que el yoga no es deporte
Una alumna hace poco quiso comentar conmigo algo que le estaba pasando. Agradezco muchísimo siempre la confianza de los que se acercan a mí para compartir sus vivencias en este camino, siempre lo recibo como un regalo pero esta vez fue más que eso.
Me dio la oportunidad de darme cuenta de algo que a veces se me olvida, y no creo ser la única profe en sentir esto.
Empezó a acudir a clase hace tres meses, con asiduidad y voluntad. Y me comentó que desde hace un tiempo siente un dolor en el pecho, que se hace más agudo cuando está en clase. Su naturópata le indicó (acertadamente además) que es un síntoma físico de la inseguridad que siente, es decir del miedo. Esto no le pasa cuando hace deporte, solo en yoga.
Y a medida que le iba contestando, me iba dando cuenta de la realidad de lo que es el yoga, que a veces se me olvida.
Es la leche como diría Druva, un Maestro de Sanatana Dharma. El no va más.
El yoga envuelve a la persona en su totalidad, se dirige al cuerpo, a las emociones, a la mente, al Alma.

Cada práctica está "calculada"de manera milimétrica para despertar y hacer aflorar todas las facetas del practicante.
En clase el cuerpo se libera, habla, la mente se afloja y caen las barreras. Las emociones pueden surgir libremente.
Y cuando las emociones se revelan, salen a la luz y encuentran un cauce para expresarse, empieza el retorno hacia uno mismo. Empieza el camino de sanación.
Una clase de yoga es un espacio protegido donde todo tiene cabida, donde todo se puede expresar, es la puerta de entrada a la plenitud de todos los cuerpos.
(El yoga es pues integral, y me hace gracia que algunas escuelas se hayan otorgado la etiqueta de "yoga integral", es redundante y absolutamente innecesario precisar, salvo si necesitas una etiqueta para presentarte al mundo. Pero es otra historia.)
Y me di cuenta realmente de que lo que enseño, lo que aprendi de mi Maestro Madhava
es una ciencia milenaria, no es cualquier disciplina al azar.
Una ciencia de precisión milimétrica, que mueve las energías sin apenas hacer alarde de ello.